La pandemia del Covid-19 ha venido a cambiar nuestra forma de vivir la vida y ha traído alteraciones considerables para la sociedad. Imágenes como la de recién nacidos usando caretas, plazas turísticas vacías, gente desinfectando empaques de comida o grupos de amigos celebrando un cumpleaños en videoconferencia hoy se han convertido en nuestra cotidianidad. ¿Será que la sociedad cambiará para siempre? Es pronto para saberlo, pero lo que es verdad es que muchos de nosotros hemos cambiado radicalmente nuestro día a día.

Lo cierto es que aquella idea romántica de que la cuarentena sería una especie de “vacaciones” en casa para comer palomitas en el sofá mirando Netflix se ha ido quebrando conforme la sociedad ha comprendido que no es posible parar, pues los estragos económicos de una paralización de largo plazo pueden ser catastróficos, además de que esto no es posible si se pasa todo el día en casa. Alguien tiene que limpiar, alguien tiene que cocinar. Desafortunadamente, estas actividades recaen principalmente en las mujeres y cuando se trata de familias con hijos, el trabajo se dobla o se triplica.

Por ejemplo, de acuerdo con Elizabeth Hannon, editora de la Revista Británica de Filosofía de la Ciencia, el número de artículos científicos escritos por mujeres cayó más de 50 por ciento debido a la pandemia del Covid-19. Esta caída se explica porque muchas de las mujeres científicas son madres o responsables del cuidado de alguna persona, lo que afecta su capacidad productiva.

Por otro lado, están las mujeres pobres que tuvieron que dejar su trabajo, por ejemplo, las empleadas domésticas, quienes al no gozar de un salario fijo ni prestaciones deben idear la forma de salir de esta crisis, muchas de ellas, con sus hijos en casa. Si al panorama de las mujeres le sumamos que los casos de violencia doméstica se han disparado, el horizonte parece desalentador.

En cuanto a los hombres, se ha observado que son el grupo con mayor número de defunciones. Los primeros análisis apuntan que comorbilidades como la hipertensión, la enfermedad cardiovascular y la enfermedad pulmonar están asociadas a condiciones más frecuentes en los hombres como fumar y beber alcohol (algunas «normas» de la masculinidad), de acuerdo con la publicación científica The Lancet. Recordemos también que en sociedades donde se asume que las mujeres deben ser protegidas por los hombres en tiempos de crisis, son ellos quienes realizan más actividades en espacios públicos como realizar compras o efectuar otras actividades esenciales. Este podría ser otro factor de riesgo.

Otro grupo que ha cambiado su forma de realizar sus actividades diarias son los niños, quienes han tenido que adaptarse a clases y tareas virtuales. Muchos de ellos luchando por reducir la brecha económica entre sus pares, ya que algunos niños cuentan con mayor infraestructura tecnológica y educativa que otros estando en casa. Esto podría aumentar la desigualdad y ser un factor determinante para el acceso a oportunidades futuras.

Así, mientras unos tienen que salir diariamente porque no pueden parar, ya sea porque su actividad es esencial o porque viven al día, vemos nuevos sujetos sociales adaptándose a las necesidades de la emergencia: miles de médicos arriesgando su vida usando sofisticados equipos de protección durante largas jornadas de trabajo, comerciantes, cocineros, agricultores, obreros, empleados de farmacias, etc., usando caretas y otros equipos de seguridad como parte de su nueva realidad. Por otro lado, los que se quedan en casa se adaptan a nuevas formas de relacionarse y de desarrollarse en el mercado de trabajo, generando nuevos negocios, adaptando sus dispositivos tecnológicos casi a su cuerpo (ya decía McLuhan que la tecnología sería una extensión del hombre), mientras que otros montan su gym en casa, aprenden a cocinar o se reconectan con los libros impresos. Y otros simplemente intentan lidiar con el encierro como parte de lo podría ser una nueva etapa en la vida de la humanidad.

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