
Cuando existe la sospecha de diabetes mellitus tipo 2, debido a algunos síntomas relacionados con el diagnóstico, generalmente los médicos inician con un protocolo de atención, aplicando una serie de pruebas para confirmar la enfermedad, principalmente se observa un aumento inusual en los niveles de glucosa. Una vez que se tiene la seguridad del diagnóstico, es importante informar al paciente que a partir de ese momento debe empezar a tomar ciertas medidas higiénico dietéticas y farmacológicas para su control.
Recibir la noticia suele ser difícil. Las reacciones de los pacientes son variadas, para algunos es un diagnóstico esperado, ya sea porque sus familiares cercanos también la padecen o porque lo suponían hace tiempo al advertir los síntomas. Están los que se sorprenden y permanecen en silencio solemnemente mientras escuchan los pormenores; y están quienes se justifican: “mi glucosa está muy elevada porque ayer cené mucho”, “mi glucosa salió alta porque desayuné tamales”.
Las opiniones de los especialistas al respecto son encontradas, un par aseguran que sólo el 30% de los pacientes tiene dificultades para aceptar el diagnóstico con todas sus implicaciones, pero hay otros que opinan que tal vez se trata de más del 75%. En mi consultorio he notado mayor congruencia con ésta última cifra y a pesar de la confirmación del diagnóstico, algunos enfermos entran en una fase de negación psicológica pues siguen creyendo que no tienen diabetes porque afirman sentirse bien.
Además de sus reacciones inmediatas, es muy fácil darse cuenta de que un paciente está en negación cuando no sigue las indicaciones de su cuidado, es decir, no cambia su dieta, no sigue su medicación en tiempo y forma o no realiza ejercicio aeróbico. La negación alude a la primera etapa del proceso de duelo, que se presenta por la dificultad de lidiar con la pérdida de la salud; el hecho de negarse a la realidad de estar enfermo permite aminorar el golpe y aplazar un poco del dolor que produce esa noticia.
Por ello, son referidos a mi consulta y a la de un nutriólogo, con el propósito de que reciban una atención integral de parte del sistema de salud. Mi trabajo es colaborar en la aceptación del diagnóstico, con el objetivo de llevar un acompañamiento para la modificación de su estilo de vida y lograr el impulso del desarrollo de estrategias de autocuidado.
Percibir una situación como altamente amenazante da a la persona la sensación de no tener la capacidad para enfrentarla, como si la comunicación del diagnóstico la paralizara y no lograra emprender las acciones necesarias para cubrir las demandas de su autocuidado; muchas veces este descuido llega también a su entorno. Desafortunadamente esta negación de la enfermedad suele acompañarse de conductas agresivas (enfado) y/o de un estado de desánimo (depresión), actitudes que posibilitan complicaciones futuras, muchas veces prevenibles.
Es evidente que el diagnóstico genera una crisis, pero no sólo para la persona con diabetes, ya que la enfermedad de uno de los miembros modifica el sistema familiar también y por consiguiente cada miembro se ve afectado.
Así mismo, es importante mencionar el papel de la familia para la aceptación y aprendizaje del autocuidado; porque incluso pacientes estrella -conozco un par-, que siguen las instrucciones de sus médicos minuciosamente, que prefieren comer vegetales, que comen a sus horas, que realizan ejercicio diario e incluyen la medicación puntualmente; llegan a consulta y no están satisfechos u orgullosos, por el contrario, están exhaustos, ansiosos y a veces presentan culpa por acceder a la presión de su contexto: “te sirvo otro poquito, nada más tantito”; “si vas a pecar ¡hazlo bien!”; “¡pero todos vamos a comer taquitos, ni modo que no nos acompañes!”… y eso sin contar las veces en las que no logran rechazar un placer prohibido, el pan, por ejemplo.
Afortunadamente el apoyo familiar no es únicamente la solidaridad ante la modificación de hábitos, aunque en principio es muy útil. Con el tiempo también se puede brindar apoyo en forma de libertad, los miembros de la familia necesitan consentir que no todos tienen que vivir de la misma manera o comer lo mismo.
Antes de terminar, me gustaría enfatizar que, como en todo proceso, se requiere de tiempo y paciencia, pues después de la negación, el enojo y la depresión llega la aceptación. Y con ella la posibilidad integrar en su vida el autocuidado como un acto reconfortante, no desde una instrucción médica, sino desde el amor propio.