Ser padre es más que proveer

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La cultura en la que vivimos y las creencias con las que hemos crecido nos han llevado a definir un modo rígido de ejercer la paternidad y además aceptarlo dentro de la “normalidad”. Seguir este modelo implica salir a trabajar y ser proveedor de la casa sin involucrarse en tareas de crianza o domésticas, así como ser distante en términos emocionales, entre otras conductas; por lo tanto todo aquello que quede fuera de la norma es descalificado con estereotipos del tipo “eres un mandilón”, “te pegan”, “eres débil”, etcétera.

Parece increíble que en pleno siglo XXI se sigan reproduciendo estas ideas, siendo más común de lo que pensamos y aceptamos. Comúnmente escuchamos comentarios de este tipo en distintos escenarios y con intención o no, se obtiene como resultado seguir reforzando la idea de que ser padre únicamente es sinónimo de trabajar, ser cabeza del hogar, proveer económicamente y dar órdenes aunque estas estén descontextualizadas de la dinámica familiar.

Si bien es cierto que para que un niño tenga un desarrollo adecuado debe tener cubiertas necesidades básicas como hogar, calzado y vestido también es importante cubrir el aspecto emocional y de cercanía de ambos padres, esta cercanía se puede expresar a través de actividades en conjunto como hacer tareas escolares o domésticas, ver películas, comer juntos, compartir anécdotas o preguntar por cómo estuvo el día. Cuando hablo de cercanía de ambos padres no necesariamente me refiero a la cercanía física o convivir en el mismo espacio, incluso siendo padres divorciados se puede fomentar la cercanía emocional, ya que el divorcio no significa dejar de ser padre ni tener que dejar de lado ciertas responsabilidades.

La responsabilidad consiste en la habilidad para responder de forma asertiva y saludable a situaciones y demandas, incluso imprevistas que se adquieren en el momento en que la paternidad llega. Asumir una paternidad responsable y activa es tarea de todos los días y se logra mediante acciones concretas que fomenten la sana convivencia con los hijos, no delegando estas tareas a otras personas como abuelos, tíos o incluso a la madre. Romper con los estereotipos de género y las creencias caducas de asumir sólo ciertos roles es posible y genera reacciones en cadena que fomentan una sana convivencia de quienes viven y ejercen la paternidad.

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