Me llamo Humberto y vivo con Ansiedad [1] desde hace ocho años. Durante todo este tiempo, tanto ella como yo, hemos cambiado. Por un lado, yo logré egresar de la universidad, titularme y ejercer mi profesión; por otro lado, ella se ha ido haciendo más “chiquita”, aunque a veces aún siendo “chiquita” es muy fuerte e intensa. Además, pareciera que también se ha vuelto astuta.
Gracias a mi profesión, he logrado entender a mi Ansiedad, conocerla en sus diferentes “versiones” y cómo a veces se alía con otros estados de ánimo, por ejemplo con Tristeza, Enojo, Flojera o Frustración.
Cuando se alían, consumen mucha de mi energía y me hacen sentir desganado, “apachurrado” o “depre”; en esas ocasiones, parecería que “huevoneo” o que no me importa atender mis pendientes, pero no es así, lo que sucede es una especie de “lucha” entre Ansiedad, su aliado en turno y yo.
En muchas ocasiones, Ansiedad ganaba y me dejaba tumbado en la cama, sin ganas de hacer mis cosas y eso me traía muchos problemas, sin embargo, también hubo veces en que la lograba “poner a raya”.
Con los años, Ansiedad y yo, nos hemos “peleado” menos, es decir, en algún momento de nuestra relación aprendimos a dialogar, a poner límites. Me atrevería a decir que hemos “hecho las paces”. Ejemplo de lo anterior es que en ocasiones, diría que Ansiedad me “tira paro” en cuanto a que me recuerda que debo “ponerme las pilas” con mis pendientes.
Cuando tengo mucha carga de trabajo, ella llega como tocando mi puerta y diciendo: ¡Humberto! No olvides que tienes que escribir tu colaboración para Salutare.
Hay ciertas ocasiones en las que le hago caso a la primera, pero cuando no es así, ella vuelve a tocar mi puerta, pero esta vez un poco más fuerte. En esas ocasiones, siento en mi cuerpo su presencia en forma de un malestar en el lado izquierdo de mi pecho, como un ardor o frío, es tenue, pero molesto).
Ella alzando la voz, me dice: ¡Humberto! De nuevo te recuerdo que tienes que escribir tu colaboración para Salutare.
Nuevamente hay veces en que su “rudeza” me hace “despertar de mi letargo” y pongo manos a la obra. Pero si no le hago caso, Ansiedad abre mi puerta, me habla fuerte casi gritando (para este momento ese tenue malestar en el pecho se ha vuelto más fuerte e incómodo) y dice algo así:
– ¡Cámara Humberto! No me voy a ir de aquí hasta que te pongas a trabajar.
Usualmente, cuando no le he hecho caso a la voz de Ansiedad es porque me encuentro disfrutando de mi tiempo libre, viendo alguna serie, película, oyendo un podcast o jugando Xbox. Justo es en ese momento cuando se vuelve necesario que Ansiedad y yo conversemos sobre lo que está pasando y lleguemos a acuerdos que nos beneficien a ambos.
Un ejemplo de estos acuerdos, es el siguiente:
Ansiedad: bueno, tienes pendientes por atender ¿a qué hora demonios los vas a hacer?
Humberto: lo sé y tienes razón, es hora de ponerme a trabajar, pero ¿crees que eso pueda suceder una vez que termine este capítulo?
Ansiedad: sí, pero mientras no “pongas manos a la obra”, no me iré de aquí.
Y en efecto, Ansiedad se queda allí, a lado mío mientras no esté siendo “productivo”, lo que trae consigo un aumento en el malestar del pecho e ideas relacionadas con que “debería de haber empezado ya”, “se está haciendo tarde”, “no me dará tiempo de terminar”, “soy un flojo”, “no estoy siendo profesional”, “soy un irresponsable”.
Los pensamientos anteriores se traducen en no disfrutar de mi tiempo libre y a veces entro en una dinámica de “reciclaje”, pues dichos pensamientos contribuyen a que Ansiedad se vuelva más fuerte y con ello, mi desánimo aumenta y a la par vuelvo a pensar “que no sirvo para nada”.
¿Cómo es que logró “poner a raya” a Ansiedad en estos casos?
Mi formación y entrenamiento en psicoterapia han sido de mucha ayuda para dar con una metodología efectiva al momento de “hacer chiquita” a Ansiedad. Dicha metodología consiste en hacer un “mapa mental” de los lugares que debo visitar antes de llegar a la meta que en muchas ocasiones es “poner manos a la obra”.
Por ejemplo, si he estado viendo un capítulo de mi serie favorita y en consecuencia mi lugar de trabajo no está limpio o en condiciones que me faciliten “poner manos a la obra”, comienzo a trazar mi “mapa mental” de la siguiente manera:
- Mientras sigo mirando mi serie favorita, aseo mi área de trabajo, poniendo énfasis en mi escritorio y en barrer dicho espacio.
- Acercar mi sillón al escritorio y encender mi laptop.
- Asegurarme de tener cerca los cables de corriente para la laptop, el cargador de mi celular y una botella con agua.
- Si para este momento aún sigo en pijama (#porquepandemia) y aún no he “probado bocado”, me visto con “ropa de trabajo”: jeans, playera y tenis; me peino e ingiero alimentos.
- Por último y no menos importante, si me es necesario (además de tener una botella con agua) me preparo una bebida que me acompañe, ésta puede ser un café negro, un té o incluso una cerveza fría.
Es súper importante mencionar que no podría siquiera trazar el “mapa” sin la ayuda de un aliado muy especial para mí: Berni, mi oso de peluche.
Mientras Ansiedad se queda allí a ladito mío, abrazo a Berni, de tal forma que uno de sus brazos (Berni mide aproximadamente 1 metro, mientras que yo 1.91 metros) “me abraza a mí” y queda justo encima del lado izquierdo de mi pecho, minimizando la sensación de ardor y frío.
Para finalizar, cobra importancia mencionar que, todo lo anteriormente descrito, no pretende ser una prescripción de todas las experiencias con Ansiedad, ni asumirse como una “realidad labrada en piedra”. Cada una de las vivencias con Ansiedad están sujetas a un contexto social, cultural e histórico que las hace particulares.
¿Ansiedad te ha visitado? ¿Cómo dirías que has logrado “ponerla a raya”? Sería muy enriquecedor leerte en la caja de comentarios.
[1] Escribo “ansiedad” y no “la ansiedad” con base en las Prácticas Narrativas y su propuesta en torno a la “Externalización del Problema” y la idea sobre “la persona es la persona y el problema es el problema”, contribuyendo con ello a la no patologización de la vida de las personas.