Esta pregunta ha resonado muchas noches en la cabeza de padres, madres, amigos/as y parejas de quienes han muerto por suicidio. Se convierte en una pregunta angustiante, acompañada por sentimientos de culpa. Una pregunta que, además, no se atreven en la mayoría de los casos a compartir con otras personas pues experimentan la vergüenza de contar la causa de la muerte de su ser querido.
Aún en la actualidad, el suicidio sigue siendo un tema tabú rodeado de mitos y juicios morales, ello hace que los familiares con frecuencia vivan su dolor en aislamiento.
En muchas ocasiones, según los relatos de consultantes, la pregunta “por qué lo hizo” les quita el sueño y ocupa su día a día impidiéndoles reconectarse con la vida.
Algunas veces, la pregunta resuena en sus cabezas lastimosamente hacia su familiar, por abandonarles y causarles este gran dolor; otras veces el tono es más desesperado, cuando se añora aquella alegría, seguridad o afecto que su ser querido les proveía.
Sea el tono que sea, (enojo, desesperación, tristeza u otro) es válido sentirlo y forma parte del proceso conocido como duelo, que es el conjunto de respuestas psicológicas y físicas que se desencadenan ante la muerte de una persona amada y significativa, hasta que se alcanza un ajuste óptimo, la circunstancia de vivir sin la presencia física de la persona que se fue.
La pregunta de por qué lo hizo forma parte del proceso y quizá no exista una respuesta que alivie por completo el dolor, la añoranza o cualquier otra emoción que se viva en torno a la pérdida. Aun así, saber ciertas cosas, puede contribuir a seguir adelante en el proceso de aceptación de la pérdida y de reconexión con la vida.
Este es un camino sin mapa, que personas y familias que enfrentan una muerte por suicidio van trazando.
En este punto, lo importante es que, con o sin respuesta a la pregunta ya mencionada, quien enfrenta la pérdida pueda aprender a manejar su dolor y su añoranza, a perdonar y a perdonarse, para lo cual es preciso desmontar la culpa, la vergüenza y el enojo. Iniciar un proceso terapéutico puede ser una herramienta útil para este fin.
Hay información proveniente de la literatura especializada en el tema, que puede ser muy útil en el camino de construir una respuesta a la pregunta “¿por qué lo hizo?”:
La American Fundation for Suicide Prevention señala que el 90 % de las personas que se suicidan tienen un trastorno psiquiátrico diagnosticable al momento de su muerte (depresión y trastorno bipolar los más comunes). Es importante clarificar que decir trastorno psiquiátrico no implica señalar a una persona como «loca/o». Esto es un prejuicio. Cuando se habla de trastorno psiquiátrico diagnosticable, se refiere a cuadros clínicos conformados por una serie de manifestaciones de tipo emocional, de pensamiento —generalmente pensamientos de desesperanza sobre el futuro— y de conducta particulares no siempre fáciles de detectar, que requieren de ayuda especializada.
En mi experiencia clínica, la muerte por suicidio también está asociada a la vivencia continua de situaciones estresantes en la vida de la persona en cuestión y aquí vale considerar que lo que puede ser estresante para un/a adolescente, quizá no lo sea para un adulto/a, pero lo que sienten es igualmente válido. Entre las situaciones que he encontrado en consulta relacionadas con intentos de suicidio son el consumo de sustancias (con los problemas asociados que ocasiona) y violencia al interior de la familia en el caso de adolescentes. También, he acompañado en su duelo a familiares de personas diagnosticadas con depresión que murieron por suicidio.
Entonces, es posible que, si un ser querido vivió altos niveles de sufrimiento y estrés por las situaciones mencionadas u otras, esta saturación emocional, acompañada de desajustes fisiológicos asociados al estrés prolongado hayan impactado su capacidad de tomar decisiones, ya que se ve afectada la corteza prefrontal, resultando en la inhibición de los mecanismos cognitivos que se relacionan con la supervivencia e incrementando la conducta impulsiva. Es necesario subrayar que no sólo el factor neurobiológico puede ayudar a dar respuesta a la pregunta que da título a este artículo, sino que es una suma e interrelación de factores estresantes de tipo biológico psicológico y social.
El suicidio es una de las experiencias humanas más complejas. Cada historia tiene matices diferentes. Por eso, es de reiterarse, quien ha sobrevivido al suicidio de una persona amada podrá tener una, muchas o quizá ninguna respuesta satisfactoria, y está bien.
Para cerrar,comparto un extracto de las palabras de saludo a los familiares supervivientes de la Fundación Americana para la Prevención del Suicidio […] “Llegará el día en que puedas mirar hacia atrás y saber que estuvieron ahí. Compartimos tu soledad, compartimos tu pesar, compartimos tus dudas. Honramos a aquellos que amamos y hemos perdido por suicidio. Que el resplandor y la belleza de sus vidas no sean nunca definidas por sus muertes. Los supervivientes son las personas más valientes que conocemos. Cuídate, ten paz, ten esperanza”.
Referencia:
Fundación Americana para la Prevención del Suicidio (s.f) Sobrevivir a una pérdida por suicidio. Guía de recursos y recuperación. Disponible en línea