Una de las realidades que estaremos enfrentando todas y todos con el paulatino regreso a la llamada nueva normalidad, es el miedo al contagio. Quizás ya lo hemos venido experimentando en grados distintos durante el transcurso de la pandemia, sin embargo, es probable que con el regreso a las calles, las oficinas y los espacios públicos haya momentos en que se haga más presente, lo cual es completamente esperable y normal.
El miedo, como todas nuestras emociones, tiene una función adaptativa. Dicho de otro modo, el miedo es una emoción útil para motivarnos a hacer o dejar de hacer ciertas cosas con la finalidad de sobrevivir a los peligros que nos presenta la vida cotidiana. Ahora enfrentamos uno muy concreto: la presencia de un virus de alto contagio. ¿Se imaginan lo que podría ocurrir si no tuviéramos miedo?, ¿la cantidad de peligros innecesarios a los que podríamos exponernos?
Efectivamente, en este contexto de la pandemia, una cierta dosis de temor nos permite estar alerta y motivados para practicar las medidas sanitarias recomendadas por las autoridades con la finalidad de prevenir el contagio. Así es, las emociones nos movilizan. Entonces, el miedo en una dosis manejable no es un enemigo a combatir.
Si dejamos de considerar al miedo como un enemigo a combatir y lo pensamos como un aliado en la tarea de protección a nuestra salud y nuestra vida, tal vez sentiríamos menos presión por dejar de sentir miedo, aligerando un poco nuestro andar.
El miedo puede convertirse en un aliado que nos recuerda cuán valiosa es nuestra vida y nuestra salud, así como lo es la de nuestros seres queridos y lo importante que es protegerla y cuidarla. La clave está en escuchar este mensaje y permitir que nos movilice a tomar las acciones que contribuyan a la protección y cuidado.
Recordemos que de la vida y la salud se desprenden las demás posibilidades de hacer y ser como trabajar, viajar, hacer deporte, etcétera. En este punto, cabe mencionar que si el miedo es tan grande que no podemos escuchar ningún mensaje y nos sentimos paralizados, entonces es preciso buscar ayuda profesional.
Retomando el tema de la emoción como comunicadora de un mensaje, podemos decidir rebautizar al miedo que se hace presente en el contexto de la pandemia como un ‘protector de vida’ (cada uno puede rebautizarle con el nombre que más le guste y haga sentido) que nos recuerda lo valiosa es nuestra vida y la vida de los seres que amamos. Este recordatorio podría motivarnos a realizar aquello que proteja nuestra vida y la de los demás.
Podemos continuar la reflexión preguntándonos:
- ¿Cuáles son otros mensajes que puede estar queriendo comunicarnos el ‘protector de vida’? o (inserte su nombre elegido)
- ¿Qué acciones podemos implementar para que sea visible que hemos escuchado los mensajes que vino a darnos?
- ¿Por qué es importante para nosotros realizar estas acciones concretas?
- ¿A quién invitaríamos a ser testigo de las acciones que nos ha inspirado a realizar el protector de vida? (inserte su nombre elegido)
- ¿Quiénes estarían interesados en unirse a estas acciones?
- Si en el futuro decidimos seguir abanderando el proteger la vida como algo importante, ¿qué tipo de mundo estaríamos procurándonos tanto en lo individual como en lo colectivo?
Espero que estas preguntas puedan favorecer reflexiones útiles para dar un giro a la manera en la que nos relacionamos y concebimos la emoción del miedo. Deseo que el miedo nos inspire a proteger las situaciones, sueños y personas que valoramos en nuestras vida y a nuestra vida misma.