Una situación relevante que nos obliga a reconsiderar el papel social y familiar del género masculino tiene que ver con el suicidio. Siendo relevante notar que globalmente, sin que México sea una excepción, el suicidio consumado afecta en una proporción de 4 a 1 a los hombres, sobre las mujeres. Incluso resulta bastante frecuente que la curiosamente llamada por algunos autores, “depresión feliz”, afecta más a los varones. Para que nos entendamos, la “depresión feliz” es aquella en la que se enmascara la tristeza con una facies de sonrisa y comentarios positivos, pero suele culminar con un gesto suicida inesperado, e incluso un suicidio consumado.
Para entender el peso de la masculinidad tradicional y cómo se vincula con el suicidio consumado, debemos ver que en el crecimiento de un niño hay una formación, una educación y un contexto social en los que se nos impone consciente o inconscientemente, pero obligatoriamente, a aspirar al papel del macho todo poderoso, y por tanto el del hombre que cuenta con todas las soluciones y respuestas, por lo menos, para el contexto familiar. Entendiendo sobre todo que, aunque conscientemente ofrecemos discursos como: “los hombres también pueden llorar”, en los hechos parecen existir señales que nos dejan claro que un hombre “débil”, “llorón” o “acojonado” nunca podrá ser atractivo, ni en lo sexual, ni en lo social. Ya sea a través de comentarios sublimes en la radio, o de estereotipos televisivos o cinematográficos, en los que el hombre atractivo solo es aquel que es amo y dueño de su propio destino.
La imagen inconsciente de la masculinidad tradicional no está vinculada necesariamente a la imagen del “hombre macho, pelo en pecho, gorila lomo plateado, etcétera», sino más bien al dueño de las soluciones y del poder. Por lo tanto, el conflicto principal ocurrirá cuando se pierde ese poder, o los símbolos que lo vivifican, que en el caso de nuestra sociedad estarían directamente ligados al dinero, al estatus laboral y al estatus social.
Mientras que para el papel tradicional del género femenino la responsabilidad del éxito social y en la vida se puede delegar al marido, al varón se le construye, metafóricamente hablando, un callejón sin salida. O bueno, pensándolo bien, donde posiblemente la única salida parece ser la muerte.
Con base en lo anterior, me atrevo a escribir que, si queremos influir el riesgo tan elevado de la culminación suicida en los varones, es importante indagar en forma precisa las expectativas que se encuentran en la mente de un caballero. Pues someterlo a una sesión de llanto frente a terceros puede ser contraproducente, ya que puede reforzar inconscientemente, y de primera instancia, la idea de que él no pertenece al club de los todos poderosos, aumentando paradójicamente la gravedad del problema.
Es necesario, no solo para los clínicos, sino para los que investigan socialmente el estigma de la masculinidad tradicional, fomentar una cultura donde el valor del macho pueda estar asociado a otros símbolos.
Para ir cerrando este artículo, me permito detallar que la identidad masculina tradicional y sus demonios no solo afectan a los que biológicamente nacimos con nuestro respectivo cromosoma “Y”, sino que también afecta a los hombres transgénero, y porque no decirlo, a las mujeres que por alguna razón aspiran, o se ven obligadas a tener un papel como el que se ha descrito en este artículo. Es más, en relación a este párrafo, me atrevo a destacar que en la naturaleza, la existencia de una combinación de cromosomas “XY” (machos biológicos), no necesariamente está ligada a un fenotipo de mayor tamaño, fuerza o dominancia (por ejemplo hienas, mantis religiosas, etcétera). Por lo que me aventuro a teorizar que al paso de los años, y si la evolución lo permite, la imagen de masculinidad no necesariamente estará vinculada al macho biológico. Ya que, de acuerdo con lo que detallo aquí, todo individuo que abrace su autoestima a la imagen masculina tradicional del todo poderoso dueño de las respuestas, se enfrentará a un riesgo suicida importante ante un contexto de fracaso social o laboral, ya sean reales o imaginarios.
Es menester de los profesionales que desarrollamos una práctica clínica constante ser precavidos con el abordaje de los pacientes que aspiran a la imagen masculina tradicional.