Hace algunos meses, un amigo muy querido me compartió la noticia de su padecimiento de cáncer (linfoma). Me impactó y me sorprendió saberlo, pues es un joven odontólogo que practica hábitos saludables, frecuenta el gimnasio, come bien, duerme bien, etcétera.
A raíz de la noticia me interesé sobre el tema y comencé a investigar. Muchos de los artículos que encontré sobre cáncer, se referían a tratamientos médicos (quimioterapias, radioterapias, medicamentos, etc.) terapias alternativas, diversos tipos de intervenciones psicológicas en distintos enfoques incluso hay artículos sobre las familias de quien padece la enfermedad (cuidados paliativos), pero encontré muy poca información de estudios que se enfocaban al sentir del paciente, es decir, a qué experimenta, qué piensa, qué quisiera, etc. Cuando a las personas se les diagnóstica algún tipo de cáncer o incluso alguna enfermedad crónica, generalmente estas experimentan una serie de percepciones negativas que indudablemente se asocian a la idea de muerte, también crean una serie de pensamientos llenos de incertidumbre y con ello una especie de “cataclismo emocional”. Hay personas que perciben a la enfermedad como devastadora e incluso eso los obliga a reorganizar sus dinámicas sociales y familiares.
Una enfermedad como el cáncer puede generar en el cuerpo y en la mente desesperanza. No es fácil enfrentarla, incluso pone a prueba una capacidad de resistencia física y psíquica, además de estrategias de supervivencia y de cómo afrontar la adversidad.
También, la enfermedad, en algún momento, trae consigo un instante de reflexión, ante un cambio radical, sobre cómo conducirse en la vida cotidiana.
Por ello, en este artículo presento la reflexión más grande que mi amigo ha realizado durante el proceso de su enfermedad, a través de una carta que escribió, pues me parece importante mostrar la otra cara de la moneda. En ella descompone su enfermedad en cada una de sus partes, la analiza con toda su intensidad. Cabe resaltar que esto fue con su previo consentimiento y autorización.
“Siempre desde muy pequeño había
tenido en mente el pensamiento de que moriría joven, quizás en un accidente o
en un asalto por enfermedad. A mis 29 años fui diagnosticado de cáncer “Linfoma
Hodking de Celularidad Mixta en estadio III”. Mi primer pensamiento fue “ya sé
de qué me voy a morir”. Es algo muy extraño aceptar la mortalidad cuando tienes
29 años. Es algo que siempre ignoras, sabes que pasará; pero no piensas que
será así de pronto. Los días pasan y esperas que sigan pasando hasta que sucede
lo inesperado. Planeé tener un trabajo, una casa, un carro, una familia, darle
a mis padres y a mi hermano las cosas que todos quieren.
Tener cáncer es la experiencia más fuerte y desagradable que he pasado. Cada “quimio” se sufre mucho. Uno de los errores que comete la gente es verse como una víctima, pues todo mundo está pasando por algo. Así es la vida. Lo único que se puede hacerse es “hacer algo”, siempre, ante cualquier problema, de dinero, de salud, de amor. Ese “algo” que se hace marca la diferencia.
Tengo 29 años y ahora puedo decir que ¡no me quiero morir, no me quiero ir, no me voy a ir! Amo mi vida. Soy feliz.
La gente que me conoce siempre me dice “por algo pasan las cosas”; “esto es una prueba”; “algo tienes que aprender de esto.” ¿Qué cambió en mí la enfermedad?
Puedo contestar que en primer lugar no deseo morirme, que descubrí cuánto me aprecia, me quieren mi familia y mis amigos y que en realidad lo que importa es hacer felices a los tuyos, apoyarlos, ayudarlos, amarlos…
La gente debería de dejarse de preocupar tanto por los problemas pequeños e “insignificantes” en la vida y tratar de recordar que todos tenemos el mismo destino, después de todo. Así que haz lo que puedas para que tu tiempo sea digno y grandioso.
Sé agradecido por tener problemas pequeños y superarlos. Está bien reconocer que algo es molesto, pero trata de no dejarte llevar por esa emoción y no afectar negativamente a nadie. Una vez que hagas eso, sal afuera y respira, hasta lo más profundo. Piensa en lo afortunado que eres de poder hacer eso: ¡Respirar! Es posible que te hayas quedado atrapado en el tráfico o que te haya dado gripe y no puedas ir a una fiesta. Deja que todas esas falsas preocupaciones se vayan. Te juro que no pensarás en esas cosas cuando tengas que irte.
Aprecia tu buena salud y tu cuerpo en funcionamiento, incluso si no tiene el tamaño ideal. Cuídalo y acepta lo increíble que es. Muévelo y aliméntalo con productos saludables. Pero no te obsesiones con eso. Sé agradecido por cada día que no tienes dolor e incluso por los días en que te sientes mal con gripe, tienes una lesión en la espalda o un tobillo torcido. Acepta que no estás bien, pero agradece que eso no ponga en peligro tu vida.
Valora el tiempo que te ofrecen las personas. No los hagas esperar porque eres impuntual. Aprecia que tus amigos quieran compartir su tiempo contigo. Haz el esfuerzo de hacer ese viaje a la playa que siempre pospones. Sumerge los pies en el agua y excava la arena con los dedos de los pies. Moja tu cara con agua salada. Escucha música, habla con tus amigos. Deja de lado tu teléfono.
Viaja si es tu deseo. No lo hagas si no es tu deseo. Trabaja para vivir, no vivas para trabajar. En serio, haz lo que hace que tu corazón se sienta feliz. Come tortas, tacos, sin culpas. Di no a las cosas que realmente no quieres hacer. No te sientas presionado a hacer lo que otras personas podrían pensar que es una vida satisfactoria. Dile a tus seres queridos que los amas cada vez que tengas la oportunidad y ámalos con todo lo que tienes.
Recuerda que, si algo te hace sentir mal, tienes el poder de cambiarlo: en el trabajo, en el amor o en donde sea. Ten las agallas para cambiar. No sabes cuánto tiempo tienes en la Tierra, así que no lo desperdicies siendo miserable. Sé que eso se dice todo el tiempo, pero no podría ser más cierto.
Tengo 29 años y realmente no sé si me curare o no. Confió en Dios y trato de mantenerme positivo y creer que estoy bien y que esta enfermedad ya desapareció. Todo lo que deseo ahora es estar sano y poder tener más cumpleaños y navidades con mi familia.”
Infinitas gracias S.R.M.C por compartir esta experiencia de tu vida. Quisiera compartir una frase de Mankell: “Que la esperanza sea más fuerte que la desesperanza, porque sin esperanza no hay, en el fondo, supervivencia.”
Finalmente, si padeces una enfermedad, recuerda que está bien sentirse mal, triste, desesperanzado, enojado, irritado, es parte del proceso pero no luches solo, no lo estás. Si miras con atención existe a tu alrededor una gran red de apoyo que haría lo que fuera por verte bien.