Querida Bárbara:
Te escribo esta carta para resaltar algunas de las ideas que me surgen a partir de lo que conversamos en nuestra última reunión; principalmente hablo sobre las que me dieron esperanza y me cambiaron un poco.
Una de las cosas que estamos atravesando quienes brindamos servicios de salud mental durante esta emergencia sanitaria, es vivir en el mismo escenario que quienes nos consultan. Un contexto propicio para el desarrollo de estrés, angustia, desestructura, sentimientos de desconexión con nuestros seres queridos debido a la distancia física y sobre todo miedo. Nuestra vida está en riesgo así como la vida de otras personas.
Confieso que en estos días he sentido desesperanza, miedo y angustia. Estas sensaciones van y vienen, trato de cerrarles la puerta, pero a veces se cuelan. Pienso que como profesional de la salud y bajo la obligación moral de actuar en congruencia con mi profesión, me corresponde entrar a hacer algo para aminorar el sufrimiento humano que en estos días crece de manera exponencial. Estamos en crisis. Lo veo como una prueba de fuego, hacer algo ahora o nunca. Es aquí donde apareces tu enseñándome.
El dilema bioético que se me presenta es ¿hasta dónde? Retumban en mi mente las palabras de Beuchamp y Childress: la beneficencia, siempre y cuando no represente un alto coste para ti. Sin embargo, pienso que en el contexto de emergencia sanitaria, habrá costes altos y hay que asumirlos, es la excepción a la regla.
Hablando sobre la pandemia, una de las cosas que dijiste en nuestra última conversación y que me resuena, fue que los médicos siempre trabajan bajo riesgo y estrés. Las enfermedades infecciosas son cosas cotidianas. “A veces no contamos con el equipo, pero ya estando ahí le entras”. Luego me platicaste como incluso se pueden tener accidentes ¡Tu te picaste con una aguja! La diferencia es que en esta ocasión el riesgo es mayor, nunca nos habíamos enfrentado con un virus tan contagioso e infeccioso.
Desde mi perspectiva, soy testigo de una parte de tu vida, la que resuelve el dilema ético. Sabes asumir el riesgo, pero en un punto de balance. Cuando me cuentas cómo te preparas para lo que viene comprando tu propio equipo, informándote, pero con medida, difundiendo información de calidad y tomándote tu tiempo para resolver tu propio estado de salud, me resulta altamente iluminador, como si trazaras un sendero para que otras personas pudiéramos seguirlo.
Escribo esta carta, porque considero que así como me has ayudado a encontrar el balance entre el autocuidado y el riesgo, pienso que puede servirle a otras personas.
Quiero narrar la historia de cómo surge esta parte de ti que desde un profundo respeto a sí misma crece espiritualmente para estar bien y poder establecer relaciones de cuidado del otro.
No lo sé, pero pienso que podría empezar mencionando que tiempo atrás renunciaste a uno de tus dos trabajos para tener tiempo y cuidarte. Luego, te sorprendió la noticia de que el cáncer llegó a tu vida y ahí fue donde hubo un cambio profundo. Te rendiste al amor, te dejaste acompañar, querer y cuidar y eso fue bueno, descubriste cuantas personas te aprecian y te apoyan.
Ahora, estás en el punto en el que ese cambio ha tomado fuerza, como bola de nieve que en cada vuelta se hace más grande y no para. Cotidianamente haces yoga, te tomas tiempo para llevar un proceso de psicoterapia; tomas la sana distancia no solo de las personas, sino de las noticias abrumadoras y amarillistas que se difunden exacerbadamente, cuidas tu alimentación haces ejercicio, escuchas música que te da palabras para poder expresar lo que sientes y mantienes contacto con quienes te nutren.
Pienso que hay muchas más cosas que estás haciendo para seguir viva, con esperanza y cultivando el crecimiento personal que buscas activamente. ¿Te gustaría seguir conversando sobre esto? ¿Qué otras cosas te gustaría decirle a otras profesionales de la salud que pasan por el dilema entre el riesgo y el autocuidado?
Con afecto, Nalleli María Cedillo Morales.