El 2020 está por finalizar y será la despedida de un año realmente difícil, pero no es la única despedida que se ha vivido a lo largo del año, esto ha sido una constante. Despedimos hábitos, costumbres, tradiciones, proyectos laborales, académicos o personales y lamentablemente también despedimos seres queridos.
Despedirse de lo que es importante, puede ser algo difícil de afrontar, sobre todo cuando se sabe que no se volverá a estar cerca, al menos físicamente de aquello que se despide.
Mucho se habla de que uno “tiene que aprender a soltar” “dejar ir a los que ya no están o lo que ya no tienes”, pero eso no es fácil. Ojalá existiera una receta para seguir paso por paso hasta llegar al olvido, afortunada o desafortunadamente no es así.
Pienso en una especie de “antídoto” que aminora el efecto tan doloroso que puede causar una despedida, este es el aprender a crear recuerdos, es decir recordar como una constante, no sólo tener que quedarte con los recuerdos del pasado como si ya no quedara alternativa y más aún cuando lo que perdiste ya no está en tu vida.
Podemos recordar en función del pasado, de lo que ya fue y con lo que no se puede hacer nada, pero también en el presente podemos crear recuerdos para un futuro más llevadero. Crear en este momento los recuerdos que quiero tener en el futuro, despedirse del momento, teniendo una expectativa de cómo verse en el futuro, así también se aminora la incertidumbre.
Otra forma de afrontar las despedidas, especialmente de los seres queridos, es haciendo algo que honre a quien ya no está, que represente las enseñanzas, lecciones o aprendizajes obtenidos en la interacción con el otro. Honrar el recuerdo de quien ya no está y crear nuevos recuerdos a partir de lo que se hace en el presente para el futuro.
Despedimos lo material, lo superficial y lo tangible, pero los recuerdos y las experiencias son duraderas y son las que nos ayudan a afrontar de mejor forma el futuro.
