El abuso sexual infantil es más común de lo que quisiéramos: una de cada cuatro niñas y uno de cada seis niños sufre abuso infantil en nuestro país. Seis de cada diez de esos abusos ocurren dentro de casa y muy frecuentemente la víctima no dice nada por miedo

Tiene que quedar claro: el abuso sexual infantil es un delito. El responsable siempre es el agresor. Única y exclusivamente el agresor es el culpable.

La familia es el grupo fundamental de la sociedad, el medio natural de crecimiento y bienestar de sus miembros, el espacio en el que se proveen protección y asistencia necesarios para un desarrollo social pleno y armonioso. Sin embargo, para el tema que nos compete, es también un sistema en el que se puede promover sufrimiento, arbitrariedad, injusticia, opresión, amenaza, violencia y abuso sexual. 

En estos espacios familiares en donde se germinan los mayores afectos, también se pueden llevar a cabo conductas inconcebibles y prácticas inaceptables. Pueden emerger los sufrimientos más intensos porque la mayoría de los abusos infantiles se dan dentro del seno familiar, principalmente cometidos por padrastros, padres y abuelos (con el 71%), hermanos, tíos y primos. Los agresores pueden no estar relacionados por consanguineidad necesariamente, pero son adultos que desempeñan un rol parental o de autoridad y abusan del niño/a por la confianza que le ha sido otorgada por la familia. 

El principal instrumento que tiene el agresor para eludir la responsabilidad del delito es que envía a la víctima un mensaje, abierto o encubierto, de que la culpa del abuso corresponde a la propia víctima, de modo que asegura una barrera que le impedirá develar el secreto. 

La relación abusiva promueve el dominio sobre el niño/a o adolescente, a través del miedo, la amenaza, la violencia o el engaño provocando el silencio. El secreto de lo que sucede o ha sucedido puede ser mantenido por mucho tiempo debido a las amenazas y al miedo, a la confusión, a la dificultad de pensarse como el/la culpable de algo “malo” o quien hará romper los lazos familiares de los que aún es tan dependiente, la vergüenza del hecho o de lo que dirán, por evitar el dolor a la madre, por protegerla de las amenazas implantadas por el ofensor o porque siente que no le van a creer. Peor aún, porque ya lo dijo y no le creen. En los casos en los que hay hermanos es común que alguno sepa lo que está pasando o también haya experimentado el abuso, pero tampoco lo diga por las mismas razones. 

El abuso más frecuente suele ser entre padrastro e hija. Un fenómeno común en esos casos es que el agresor también logra manipular la relación entre madre e hija, tensando la interacción entre ellas para evitar que se le señale como el culpable, implantando en la madre la duda de la culpabilidad. Incluso también suelen exponer a la madre como responsable y/o cómplice por no cumplir con su rol de “mujer” de forma efectiva. Por eso es importante estar alertas a las señales del engaño y manipulación que el agresor ocupará con tal de no asumir la responsabilidad que tiene.

En algunos casos, la víctima del abuso puede mostrar dependencia afectiva hacia su agresor, incluso la negación del abuso mismo, debido a la relación dominante en que prevalece la seducción y el incitar velado a la participación. En otros casos, el daño en la identidad y autoestima están tan profundamente fracturados que se pueden presentar manifestaciones más evidentes de desequilibrio emocional, cambios de estado de ánimo, agresión, promiscuidad, disociación, intentos de suicidio, etc. 

¿Qué más necesitamos saber sobre el abuso sexual infantil?

  • El abuso sexual es violencia. No debe quedar dudas sobre esto. Desafortunadamente es muy común que tanto el sobreviviente como los familiares duden que haya existido violencia por la manera en que se dio el abuso o la proximidad de la relación con el agresor. 
  • La vergüenza y la culpa pueden distorsionar los parámetros con los que se observa el abuso y, por ejemplo, si no hay resistencia, se pierde el sentido de la responsabilidad haciendo creer a la víctima que también fue su deseo o que la víctima provocaba al otro. No debemos olvidar que para que ocurra el abuso, existe una relación abusiva en donde la jerarquía nunca está depositada en la víctima. 
  • Sin importar los hechos, el lugar o la situación, el agresor es siempre responsable del abuso. Puede que ni el agresor, ni los testigos, ni el propio niño lo piensen, pero el único responsable de un abuso sexual es el agresor.  
  • Ante la sospecha o el conocimiento de un abuso hay que reaccionar firmemente y tomar acción. Creerle a la niña/o es primordial para protegerle del agresor y evitar que el abuso continúe. Los especialistas que trabajamos con familias donde hay abuso intervenimos de forma multidisciplinaria ya que la atención legal es necesaria pero no lo suficiente para limitarse solo a eso. 

Algo con lo que me he encontrado comúnmente en consulta es con el dilema familiar en el que se encuentran ante un abuso: quisieran hacer algo, saben que deben hacer algo, pero no saben qué hacer para que no pase nada. 

No es posible defender dos contrarios. En una familia en la que hay abuso sexual infantil no se puede procurar la cohesión de los lazos o querer seguir manteniendo el esquema de la familia ideal. En la familia ideal no existe la violencia y mucho menos el abuso a menores. Cuando se abre el secreto indudablemente se divide la familia y se toma partido.

¿Los niños/as víctimas de un abuso pueden recuperarse? ¿Se puede reestructurar la familia después de eso? 

Sí, sin duda, con apoyo de un buen proceso terapéutico es mejor. La prioridad es prevenir prolongar el abuso, reestablecer la integridad que le ha sido arrebatada a la víctima para evitar las probables secuelas y lograr reestablecer la estabilidad emocional que todos necesitan en esa familia, principalmente la niña/o/adolescente que fueron abusados. En terapia se trabaja con los recursos de la persona y su familia, así como se reconstruyen los lazos familiares virtuosos. 

Es prioritario darles voz y validez a los menores de edad que han sufrido o que son víctimas del abuso sexual. Quien sea que devele el secreto, quien sea que lo diga, esta bien hacerlo y la familia debe ayudar y proteger a la víctima, castigando únicamente al agresor por toda la conducta inapropiada, deliberada y abusiva que ha cometido. 

Referencias:

[1] Perrone, R. y Nannini, M. (2010) Violencia y abusos sexuales en familia: una visión sistémica de las conductas sociales violentas. Paidós.

[2] Durrant, M. y White, Ch. (2006) Terapia del abuso sexual. Gedisa.

[3] https://earlyinstitute.org/2019/08/13/en-mexico-el-delito-de-abuso-sexual-continua-en-aumento.

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