-¿Es normal que me sienta tan exhausta?
-Ser optimista en tiempos de tanto estrés, puede ser agotador.
En México, ya han pasado más de 220 días de contingencia por la Pandemia desde el arranque de la Jornada Nacional de Sana Distancia (JNSD) el 23 de Marzo del 2020.
Añoramos nuestras actividades y libertades recreativas y extrañamos mucho a nuestras familias, amigas y amigos. Por la magnitud de la emergencia, en aquel momento acatamos el confinamiento bajo la idea de que sería temporal, “un par de meses tal vez”.
En lo económico, social, físico y psicológico, la pandemia se ha convertido para todos en una lenta y larga prueba de resistencia.
Hemos experimentado fuertes periodos de incertidumbre, miedo, ansiedad, irritabilidad, frustración y depresión. Ahora pareciera que entramos en la etapa de la fatiga, ya que el cansancio está siendo una respuesta cada vez más común ante la pandemia.
Las personas que nos consultan en psicoterapia narran constantemente sentirse cansadas y fatigadas sin saber exactamente por qué. Por supuesto que no es para menos, el Home Office representó inicialmente una opción interesante, cómoda y atractiva, pero a falta de una adecuada implementación y regulación en muchos contextos laborales, se ha convertido en un ambiente de sobreexplotación sin límites. No se sabe cuándo los trabajadores tienen derecho a parar.
En la actual crisis económica, existe una peligrosa sensación de culpa al creer que se debe de tener una actitud de agradecimiento por conservar las fuentes laborales, llegando a arriesgar hasta la integridad física y mental.
Para las familias con hijas e hijos ha sido un reto fundamental migrar drásticamente a la educación en línea, que genuinamente es una opción funcional y se estima que la enseñanza migrará cada vez más de esta forma. Sin embargo, por la premura de la emergencia no existían ni la infraestructura ni la capacitación para los diferentes niveles de educación básica, media superior y superior en el país. Las jornadas de trabajo escolares para alumnas y alumnos, cuerpo docente y administrativo no se reducen a las horas presenciales, se extienden a lo largo del día, combinándose además con el resto de las permanentes actividades domésticas.
Puede ser profundamente cansado mantener estas rutinas, porque además ahora no se tienen los recursos habituales de esparcimiento, ocio y relajación.
Actualmente estamos cansados del confinamiento, del distanciamiento social, del uso de cubrebocas, es normal que estemos exhaustos y fatigados de la “nueva normalidad”.
Es una sensación física y emocional muy real de cansancio y fatiga. Luego de más de 220 días y contando, es absolutamente normal que las personas se harten y se cansen de sentirse restringidos en su libertad.
¿Qué es la fatiga por la pandemia?
En el ámbito de la medicina se le denomina síndrome por fatiga crónica. Se trata de una respuesta de cansancio excesivo, alteraciones en el sueño, comúnmente acompañado de dolores musculares y articulares. Se manifiestan también sentimientos de frustración, irritabilidad y depresión.
Además se presentan alteraciones cognitivas como reducción de la memoria y la concentración y la fatiga no ceden con el descanso físico.
Es importante señalar que para considerar clínicamente el diagnóstico de este síndrome se necesita la manifestación de un proceso infeccioso, un cuadro crónico degenerativo así como la valoración de estudios y médicos especializados. Sin embargo, aquí hablo de la conexión que tiene con las alteraciones generadas a la salud mental en la población.
El intenso y prolongado estrés después de 9 meses de la pandemia, sin vislumbrar una pronta solución, termina por fatigar tarde o temprano cualquier persona.
¿Qué hacer?
El reconocimiento y validación de estas sensaciones es fundamental. Tener el derecho a estar cansada (o) y en consecuencia hacer una pausa de algunas actividades y establecer límites en cualquier contexto donde se demande “optimismo” puede ser el primer paso en la atención de este estado de fatiga emocional.
Mejorar y modificar los hábitos de la actividad diaria; al principio de la pandemia establecer rutinas especificas resultaba útil para mantener orden y constancia entre tanta incertidumbre, sin embargo, una característica importante de los hábitos es que sean dinámicos, que evolucionen junto con las circunstancias. Se debe asegurar que cada cierto periodo estos puedan ser diferentes en medida de lo posible, además de procurar una alimentación balanceada y ejercicio físico moderado.
Pero lo más importante es acudir a ayuda profesional porque la fatiga física y emocional puede ser progresiva. Una adecuada valoración médica y acompañamiento psicoterapéutico pueden ayudar a que desarrollemos recursos y herramientas de afrontamiento ante la complejidad de la pandemia. Estas respuestas detectadas de forma oportuna y atendidas de manera profesional, tienen absoluta solución.
Cuando el propio organismo tiene este tipo de señales, podemos entenderlas como una forma de comunicar de que algo en el comportamiento o en el entorno tiene que cambiar.